1 de marzo de 2009

CON ALMA de pirata



Desde hace varios años Veracruz se ha convertido en una visita obligada de fin de año para mí. Es un lugar al que quiero por muchas razones. Todas ellas ligadas a los sentimientos.
Cuando tenía 13 lo visité con mis hermanos y sus novios. Entonces mis hermanos eran amigos y sus parejas respectivas también.
El tiempo pasó y aunque las parejas siguen juntas, la amistad se acabó y hoy ambas familias sólo comparten los apellidos, porque por casualidad mi cuñado tiene el mismo apellido que mi cuñada sin ser parientes.
En fin...
El Veracruz de entonces era una ciudad humilde. Un puerto de trabajo ante todo.
Las playas eran muy feas y el malecón no era la gran cosa, sin embargo se disfrutaba un ambiente familiar y sencillo. Veracruz era un lugar para caminar y caminar, para tomar café y comer mariscos. Ese Veracruz me recuerda a la distancia el ambiente de la Habana.


He vuelto varias veces al Puerto: Con mis papás y la familia de mi hermana Siutcases cuando nos quedamos en el legendario Hotel Imperial y vimos desde uno de sus balcones cómo bailaba en la plaza un borracho danzonero. Con los compañeros del trabajo en esa convención donde una lágrima calló en la arena. Con León en el viaje relámpago cuando reí mucho con el conejo y encontramos al hombre macho que sólo quería hablar con el jefe.

El año antepasado fuimos a recorrer San Juan de Ulúa mi mamá y yo, y en Diciembre volví otra vez con León para caminar en el malecón contra el viento del norte que sopló el fin de año.



Este año no fue la excepción. Estuve en Veracruz, recorrí su malecón, caminé por sus playas, contemplé y disfruté...


Como el flaco decía: con alma de pirata...

FOTOS: Ola Lagerström Edición: Colibrí de ónyx