31 de octubre de 2009

IXTAPALAPA 2 de noviembre



Siempre que llegan estas fechas pienso en Ixtapalapa y los tíos:
Margarito, Pedro y Zeferino, pienso en el panteón, en los panes de muerto de las tías y en la tardes soleadas a lado de las tumbas de mis abuelitos.
Recuerdo a mi papá comprando los grandes cirios para alumbrar las tumbas, después íbamos al panteón y comenzaba el ritual que yo no entendía bien pero disfrutaba:
Prender las velas, saludar con mucho respeto a los viejos, quedarse un buen rato en el cementerio, comer como los adultos y jugar en la calle hasta quedar blanco de polvo.
Había mole, pollo, fruta y al final del día se repartía el pan.
La ofrenda estaba en la casa de Margarita, todos sus hijos comían ahí y bromeaban con el querido tío Mariano, en estas reuniones mi padre se actualizaba de los chismes de los Campos y de su viejo barrio.
Yo salía a la calle con quien fuera, con los chicos y los grandes.
Con Teresa y sus novios, Paco siempre quería besos, el Venado era un arisco.
Con Cruz, las grandes aventuras...la montaña de estiércol, la lagartija que soltó la cola, la guerra de gajos de naranja, los niños de su calle que me querían conocer...
Belén y sus carreras locas, la hija de Pedro y su mamá celosa con mi tío.

Ahora, no voy más al panteón y muchos de estos queridos personajes ya se han ido:
Mi papá, Margarito, Agustina y Margarita ya no están en este mundo, pero cierro los ojos y los veo juntos en el más allá. Bromean tal vez.
Me pregunto si Agustina y Margarita siguen peleando.
Si habrá un ganador de medicinas entre Margarito y Marianito.
Si mi papá dejó de llamarle Venado a mi primo Alfredo y si ellos nos extrañan tanto como nosotros a ellos.
En donde quiera que estén... sólo quisiera que estén contentos...